INTEGRANDO CONCEPTOS: HISTORIAS DE VIDA -

 PRIMERA HISTORIA: 


SEGUNDA HISTORIA: 

Lucia tiene treinta. Es un poco joven para la estadística, pero su historia, sin embargo, encaja a la perfección. Arquitecta, hasta hace apenas unos días trabajaba en un banco, liderando proyectos de gerenciamiento de obra. Pero hace un año aprendió a tatuar. Y su vida cambió.

Renunciar a ese puesto seguro en un banco para poner su propio “ink salón” y dedicarse a hacer tatuajes hasta la edad jubilatoria no es sencillo. La “estabilidad burguesa” – la del escritorio con el nombre, la del sueldo a fin de mes, la de la cobertura médica premium – hace que muchos adultos con ganas de cambiar de vida no se atrevan. El adolescente que toma una decisión de carrera a los 18 no tiene nada que perder. El adulto, en cambio, siente la presión de, muchas veces, tener que mantener una familia, pagar deudas y – básicamente – sostener su nivel de vida.

El adulto que quiere cambiar de carrera está sometido a la presión de mantener un cierto nivel de vida alcanzado y de ser exitoso.

 

A Lucía, primero que nada, le costó animarse a hacer el primer tatuaje. Su “victima” fue su mamá, un territorio de confianza donde poder experimentar. “Es como manejar, se aprendés pero no salís con el auto, te olvidás de todo”, explica, “subí la imagen a Instagram y conocidos y desconocidos me alentaron, me felicitaron y me dijeron que querían ser los próximos en tatuarse”. Algo nuevo estaba en movimiento.

En general, las trabas más grandes tienen que ver con el temor y la incertidumbre que genera el barajar y dar de nuevo.

Cambiar de carrera en la edad adulta es un salto al vacío. Y los saltos al vacío siempre dan un poco de vértigo.

“Cada foto que subía a las redes sociales, alguien me “contactaba para tatuarse”, continua Lucía con el relato de su cambio de rumbo. “Todo llegó sin esperarlo, de repente la casilla se me llenó de pedidos que tenía que alternar con el trabajo de todos los días en la oficina. Decidí seguir con ambas cosas porque no me animaba a dejar mi rol de arquitecta y mi ingreso fijo. En los tiempos libres, tatuaba. Pero terminaba siempre cansadísima y para tatuar necesitás estar con la cabeza fresca.”

Le tomó más de un año tomar la decisión. Entre tanto, comenzaron a tatuarse con ella diferentes personajes de la radio y la televisión, que hicieron crecer su popularidad hasta que, finalmente, “después de quemarle la cabeza a mi novio, amigos y familia, decidí tirarme a la pileta: renuncié a mi trabajo y voy a dedicarme a tatuar. No me gustaría dejar de ejercer como arquitecta, pero no quiero trabajar más haciendo algo que no me gusta tanto”.

CONSIGNA

Identificando vocación, trabajo, empleo, oficio, profesión.

En ambas historia identifica cuál corresponde al concepto de TRABAJO. ¿Cuáles son las situaciones de empleo? ¿Cuáles de oficio? ¿Cuáles de profesión? ¿cuáles de vocación?

Prepara un cuadro con dos columnas una para cada protagonista de nuestras actividades. Y luego en cada fila identifica cada concepto.





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